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JORGE
LUIS BORGES (1899-1986) Y EL AJEDREZ
Por: Javier
Vargas
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El ajedrez es un juego
de variaciones infinitas. Si las jugadas que se hacen sobre el tablero
correspondieran a la realidad, las variantes imaginadas, pero no hechas,
equivaldrían a ficciones literarias. Pero ocurre que en los laberintos
del juego, igual confluyen espíritu y materia, idea y acción. Táctica
y estrategia conforman una dialéctica que lleva a las cimas más altas
del pensamiento o a sus peores hondonadas. Quizá por eso Jorge Luis
Borges, como en su tiempo Cervantes,Dante Alighieri, Shakespeare o
Goethe, alude con frecuencia al ajedrez tanto en ensayos como en ficciones
y poemas. |
En estas alusiones, Borges
no pretende descifrar variantes ni aclarar paradojas; se limita a mostrar
y a preguntar. En el poema "Ajedrez", por ejemplo, que consta de
dos sonetos, primero menciona a los protagonistas: "En su grave rincón,
los jugadores rigen las lentas piezas"; luego califica las formas:
"torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo
alfil y peones agresores"; y por último recuerda sus orígenes: "en
el oriente se encendió esta guerra/ cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra".
El segundo soneto está
inspirado en el pensamiento del poeta y matemático persa Omar Khayyam, quien
también vio en el ajedrez una clara alegoría del destino humano. Dice Borges:
"Sobre lo negro y blanco del camino/ buscan y libran su batalla
armada", después hace una precisión determinista: "No saben
que la mano señalada/ del jugador gobierna su destino..." y más
adelante agrega: "También el jugador es prisionero/ (la sentencia es de
Omar) de otro tablero/ De negras noches y de blancos días". Y al final
formula la pregunta más fascinante que hayan concebido tanto la poesía, como la
filosofía y la teología juntas: "Dios mueve al jugador, y éste, la
pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y
agonías?"
Es evidente que su padre
lo introdujo tanto en la filosofía como en el ajedrez. En el prólogo a "El
oro de los tigres", 1972, dice: "Mi lector notará en algunas
páginas la preocupación filosófica. Fue mía desde niño, cuando mi padre me
reveló, con ayuda del tablero del ajedrez (que era, lo recuerdo, de cedro) la
carrera de Aquiles y la tortuga".
De alguna manera Borges
ve en el anigma de la poesía un ajedrez de orden onírico. En su prólogo a
"El otro, el mismo", 1964, dice: "Ajedrez misterioso la
poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me
inclinaré después de haber muerto". También lo compara con la novela
policial inglesa: "En Inglaterra el género policial es como un ajedrez
gobernado por leyes inevitables". Al comentar un cuento de G. K.
Chesterton para la revista "El hogar", mayo de 1937, de Argentina,
dice: "No es menos arduo y elegante que un severo problema de ajedrez o
que una contre rimé de Toulet". En una reseña sobre Brighton Rock,
novela de Graham Greene publicada en 1939, Borges dice: "Tiene la
intensidad de un tigre y la variedad que puede lograr un duelo de
ajedrez". En la primera pieza de "Ficciones", evoca la
escena de un ingeniero inglés, amigo de su padre: "Solían ejercer un
intercambio de libros y de periódicos; solían batirse al ajedrez,
taciturnamente...".
Más adelante alude a
Tlön, un laberinto urdido por hombres: "El contacto y hábito de Tlön
han desintegrado este mundo. Encantada por su rigor, la humanidad olvida y
torna a olvidar que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles". Y en
un diálogo de "El jardín de los senderos que se bifurcan", dice: "-En
una adivinanza cuyo tema es el ajedrez ¿cuál es la única palabra prohibida?
Reflexioné un momento y repuse: -La palabra ajedrez".
Harold Alvarado Tenorio,
en "La Jornada Semanal", México, noviembre de 1993, publica cinco
sonetos transcritos por María Panero mientras Borges se los recita: En uno de
ellos éste improvisa: "El pasado está hecho de jardines, los amantes,
las naves, la curiosa enciclopedia que nos brinda ayeres, los ángeles del
gnóstico, los seres que soñó Blake, el ajedrez, la rosa".
En "El milagro
secreto", cuenta que la noche del 14 de marzo de 1939, en un departamento
de la Zeltnergasse de Praga, el escritor Jaromir Hladik, soñó con un largo
ajedrez. "No lo disputaban dos individuos sino dos familias ilustres;
la partida había sido entablada hace muchos siglos; nadie era capaz de nombrar
el olvidado premio, pero se murmuraba que era enorme y quizá infinito; las
piezas y el tablero estaban en una torre secreta; Jaromir (en el sueño) era el
primogénito de una de las familias más hostiles; en los relojes resonaba la
hora de la impostergable jugada; el soñador corría por las arenas de un
desierto lluvioso y no lograba recordar las figuras ni las leyes del ajedrez.
En ese punto se despertó. Cesaron los estruendos de la lluvia y los terribles
relojes. Un ruido acompasado y unánime, cortado por algunas voces de mando,
subía de la Zeltnergasse. Era el amanecer, las blindadas vanguardias del Tercer
Reich entraban en Praga".
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En "Cuentos breves
y extraordinarios" compilados con Bioy Casares, citan una leyenda
celta, "La sombra de las jugadas": Dos reyes enemigos juegan
ajedrez mientras en un valle cercano sus ejércitos luchan y se destrozan.
"Llegan mensajeros con noticias de la batalla; los reyes no parecen
oirlos e, inclinados sobre el tablero de plata, mueven las piezas de oro...
Hacia el atardecer, uno de los reyes derriba el tablero porque le han
dado jaque mate y poco después un jinete ensangrentado le anuncia: tu
ejército huye, has perdido el reino" |
"Literaturas
germánicas medievales" fue escrita en colaboración con María Esther
Vázquez en 1966. Ahí está "La Edda mayor" que trata de héroes y
dioses. La escena ocurre durante una batalla: "Los dioses combaten
contra los gigantes glaciales. Los gigantes quieren escalar el cielo subiendo
por el arco iris, que se rompe. El sol se oscurece, la tierra se anega en el
mar, del firmamento caen las claras estrellas.
La sibila hace un
esfuerzo último y ve la tierra que resurge y los dioses que vuelven a la
pradera, como al principio, y encuentran las piezas de ajedrez en el pasto y
hablan de las batallas que fueron".
Vida, literatura y ajedrez: juegos de un juego que Borges convierte en poesía.
"Pensar, analizar, inventar no son actos anómalos, dice uno de sus
personajes, son la normal respiración de la inteligencia... Todo hombre debe
ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será".
Javier
Vargas Pereira es columnista de ajedrez y temas culturales en el periódico
Reforma, de México. En Chile, su país natal, fue dirigente estudiantil universitario
en la década de los 60, profesor de Filosofía en el Liceo Coeducacional de
Parral y Consejero de Asuntos Juveniles del presidente Salvador Allende Gossens
(1970 1973). En México, donde reside desde 1975, ha sido vendedor de libros,
editor y ajedrecista por afición.